MONCLÚS, FRANCISCO JAVIER
Ciudad dispersa y ciudad compacta. Perspectivas urbanisticas sobre las ciudades mediterraneas
Cicle de conferències "Ecologia Urbana". Aula d´Humanitats, Centre Cultural la Mercè, Girona, 20 de marc de 1997 (Publicado en D´Humanitats, 7, Pag: 95 - 110. Ajuntament de Girona – Universitat de Girona - 1999)
 
 
En los últimos años, la preocupación que suscita la eventual transformación de la ciudad compacta tradicional en un nuevo tipo de ciudad más dispersa y fragmentada como consecuencia de los procesos de suburbanización recientes, está dando lugar a un importante debate entre geógrafos, urbanistas y medioambientalistas. Dicho interés resulta bastante novedoso en nuestro entorno cultural y urbano más próximo, es decir, en las ciudades del sur de Europa o "mediterráneas". Por el contrario, los fenómenos de suburbanización han constituido un elemento central y constante en el debate de la cultura urbanística internacional durante las últimas décadas. Efectivamente, en cierto modo, se trata de un tema que ya se había planteado antes en el ámbito anglosajón, donde tales procesos se encuentran desde hace tiempo en una fase relativamente avanzada. En el sur de Europa, paradójicamente, la ciudad dispersa y las "nuevas periferias" avanzan en un periodo de estancamiento demográfico generalizado en las grandes áreas urbanas. Debido a esos "desfases" en los procesos reales de suburbanización, no es extraño que en la cultura "latinoeuropea" el debate haya surgido con fuerza sólo a partir de los años 70. De todos modos, también hay que tener presente que el debate sobre la ciudad dispersa -y su contrapartida, la ciudad compacta- ha vuelto a resurgir con fuerza asímismo en los paises anglosajones y en EE.UU. Lo cual parece indicar que el protagonismo de dichas cuestiones en los estudios urbanos y en el urbanismo actuales no sólo se corresponde con el avance de la suburbanización (bastante desigual en dichos paises), sino también con la mayor sensibilización hacia los posibles efectos de la ciudad dispersa en la calidad de vida y en el medio ambiente en general. No es casual, por tanto, la proliferación actual de investigaciones sobre el tema en distintos ámbitos nacionales y disciplinares.
1. Descentralización, suburbanización y dispersión. Concepciones y representaciones
Para una evaluación rigurosa de los beneficios y los inconvenientes de las nuevas formas de suburbanización resulta imprescindible tener en cuenta diversas cuestiones. En primer lugar, el propio término "suburbanización" resulta un tanto ambiguo y debería ser precisado. Aquí lo utilizamos en el sentido más genérico de crecimiento urbano de las periferias, pues esa es la acepción más tradicional tanto en EE.UU. como en Europa. De todos modos, no es fácil la discusión sobre las posibles ventajas e inconvenientes de dichos procesos cuando las distintas acepciones pueden llegar a ser considerablemente diversas e incluso contradictorias. Existe, efectivamente, una gran ambigüedad en la descripción de las nuevas realidades urbanas y metropolitanas: se habla de conurbación, áreas metropolitanas, ciudad-territorio, ciudad difusa, ciudad diseminada, ciudad dispersa, etc., así como de los procesos de descentralización, periurbanización, rurbanización, etc. que a veces se confunden con el de suburbanización. Una serie de términos que suelen utilizarse como si fueran casi sinónimos, cuando, en realidad, las acepciones pueden variar notablemente según las disciplinas implicadas.
Resulta necesario, por tanto, efectuar algunas precisiones mínimas sobre el significado que se les quiere dar a dichas denominaciones. Nos interesa centrarnos ahora en los fenómenos recientes de suburbanización asociados a la llamada "ciudad dispersa", como forma urbana específica. Porque al referirse a este tipo de realidades, algunas interpretaciones (de geógrafos y economistas sobre todo) consideran, casi exclusivamente, las dinámicas territoriales y demográficas. En cambio, otras visiones (de otros geógrafos, ecologistas o arquitectos urbanistas), tienden a enfatizar más las componentes físicas, morfológicas y paisjaísticas. Es importante pues aclarar estas cuestiones -asociadas a escalas distintas de observación- porque no es lo mismo referirse al proceso de desplazamiento de la población y las actividades a las periferias, que a la forma - más o menos dispersa o compacta- en la que dichos procesos se llevan a cabo.
Cuando se enfatizan las dinámicas territoriales se suele hablar de descentralización de la población, del empleo y de los servicios. Para algunos, las dinámicas de descentralización serían identificables con los procesos de "sprawl". Sin embargo, esa acepción tan amplia del término inglés (que podría traducirse algo así como "desparramamiento" urbano) no coincide con otras que ponen el acento en la dimensión morfológica y paisajística y que se refieren a la disolución de la ciudad compacta tradicional con la ocupación discontínua del territorio: el "sprawl" en el sentido de crecimiento disperso en los espacios periurbanos y que se observa tanto en regiones metropolitanas como en núcleos medianos y menores, dotados de un cierto dinamismo económico. Es decir, tanto en Barcelona como, a otra escala territorial más acotada, en ciudades como Girona, se asiste a procesos de suburbanización y de dispersión de las actividades urbanas.
Se trata de procesos que han sido ampliamente analizados y teorizados en la literatura urbanística y geográfica y que ahora son objeto de atención central en la reflexión medioambientalista. Sorprende, en este sentido, la escasez de referencias al debate y a la obra de determinados autores que, al menos desde los años 50, formulan una serie de críticas y propuestas de intervención nada ajenas a las preocupaciones actuales . No parece lógico, por tanto, continuar pensando en el tema sin tener en cuenta los diferentes puntos de vista y tradiciones disciplinares. Porque resulta difícil el diálogo científico y se tiende inevitablemente a un entendimiento sectorial de fenómenos complejos que, como los relacionados con la suburbanización, poseen distintas dimensiones económicas, sociales, culturales y paisajísticas.
Que las "nuevas periferias", producto de la suburbanización reciente, tienen un significado distinto del tradicional, es un hecho que se observa tanto en la literatura, como en la pintura, la fotografía o el cine contemporáneo. No es éste el lugar para efectuar un repaso a las percepciones cambiantes de la ciudad y de las periferias en las visiones del arte y de la arquitectura. Pero basta con recordar algunas de esas imágenes -que han sido muy abundantes y diversas- para darse cuenta de la imposición de las nuevas representaciones. Desde las visiones celebrativas de algunos pintores de vanguardia de principios de siglo a las representaciones más críticas que recorren paralelamente las distintas corrientes pictóricas. Porque el tema de las periferias, los límites de la ciudad es uno de los que más parecen fascinar a los pintores desde el siglo XIX . Las chimeneas de las fábricas, las edificaciones masivas, el ferrocarril, etc., se asocian a las nuevas modalidades del trabajo y a la ciudad industrial. Podríamos recordar aquí, por ejemplo, determinadas representaciones urbanas de pintores postimpresionistas o futuristas como las de Boccioni de la periferia de Milán en 1908. Una visión en la que se celebra el crecimiento urbano, los logros de la técnica, el espectáculo urbano que ofrece un área en la que se mezclan industrias y viviendas en un entorno tan caótico, rítmico y ruidoso como el de la ciudad central.
Claro que también hay otras representaciones pictóricas en las que se ofrecen visiones más críticas y negativas que presentan una imagen desolada de la marginalidad o del carácter más obscuro de las periferias de la ciudad industrial . En las representaciones más recientes se pone el acento en la monotonía de los barrios dormitorio o en el deterioro de la naturaleza. Y eso ocurre tanto en la pintura (vista de un conjunto de vivienda masiva por Kreinbul, en 1968), como en la fotografía o en el cine. Baste recordar una película reciente como "La Haine" (El Odio, de M. Kassowitz, 1995), en la que una imagen extremadamente negativa, en ese caso de los "grands ensembles" parisinos, recorre la mayor parte de las representaciones suburbanas. Lo curioso es que las imágenes más críticas se refieren, generalmente, a las "periferias tradicionales", o bien las que resultan del crecimiento masivo de los años 60 y 70 . Pocas veces se incluyen las nuevas zonas de nadie o vacíos urbanos" (que algunos denominan también espacios intersticiales, "terrain vague", etc.) las cuales surgen un poco por doquier, como consecuencia de la obsolescencia de sus funciones anteriores. Aunque también hay casos en los que la representación de esos territorios baldíos, revela de nuevo una cierta fascinación por los mismos, por su faceta de espacios inacabados, por el paisaje "abierto" (que sería, en definitiva, una característica de la ciudad postindustrial). Es la visión que transmite una obra como "Cielo sobre Berlín", de Wim Wenders (1987), por ejemplo.
Hay que decir que algunas de las visiones más positivas sobre las nuevas formas periféricas propias de la ciudad dispersa contemporánea, son más frecuentes en determinados ámbitos, especialmente en la arquitectura y el urbanismo modernos y, sobre todo, postmodernos. Un caso singular es el de ciertos arquitectos ingleses y norteamericanos que, desde los años 70, elogian el caracter fragmentario, inconexo de la metrópoli contemporánea, ese "entorno automovilístico" que caracteriza a muchas de las ciudades norteamericanas, escogiendo los casos más extremos de Los Angeles o Las Vegas. Se estudia ese entorno resaltando el papel de la arquitectura vulgar y kisch, la proliferación de reclamos publicitarios, etc. Hay una reivindicación del "pop art" y de la "iconografía suburbana" frente a la arquitectura culta y "ortodoxa". En definitiva, se intenta aprehender lo que resulta más característico de las ciudades mencionadas, tratando de superar los instrumentos y los prejuicios analíticos que solo sirven para la ciudad tradicional
Al margen de la polémica específica sobre las visiones de un Lynch, de un Banham, o de un Venturi, -que no por casualidad se refieren a realidades surburbanas de EE.UU.-, lo cierto es que las mismas se corresponden con una realidad, la del "mosaico suburbano" reciente, dotada de una complejidad muy superior respecto al del "suburb" tradicional (compuesto casi exclusivamente de viviendas unifamiliares con jardín). Y lo que subyace en este tipo de interpretaciones es que hoy en día se puede hablar de "conjuntos urbanos en la periferia", o partes de ciudad; incluso de una sociedad tan heterogénea y de vida tan diversificada como en su día lo fueron en la ciudad central. En EE.UU., el debate tradicional sobre el fenómeno del "suburbia" (el desplazamiento hacia los barrios residenciales periféricos) ha dado lugar a una extensa literatura y estudios empíricos que tratan de establecer hasta qué punto es cierta la vieja aseveración de la pérdida de cualidad urbana a medida que nos alejamos del centro. Y desde los estudios sociológiocs de Gans de los años 60, hasta los trabajos periodísticos de Garreau de los 90, la conclusión que se va imponiendo es que, efectivamente, la progresiva debilidad y la pobreza de las actividades urbanas centrales es tan manifiesta que no es extraño considerar a las nuevas generaciones de "suburbs" como otro tipo de ciudad, incluso como el lugar en el que tiene lugar una vida urbana más intensa y completa .
2. Complejidad de las "nuevas periferias" de las ciudades europeas y aceleración en la ocupación de suelo periférico
Del mismo modo que uno de los problemas de la reflexión urbanística y de los estudios urbanos es el del predominio de las interpretaciones estríctamente locales o regionales, una excesiva generalización puede llevar también a conclusiones poco acertadas. Y ello se aplica clàramente a la discusión sobre los procesos de descentralización y pérdida de cohesión urbana que se observan con mayor antelación e intensidad en las ciudades norteamericanas. No parece muy adecuado hablar de "disolución de la ciudad" cuando nos referimos a nuestras realidades urbanas europeas. Para evaluar el fenómeno desde la dimensión estríctamente física del mismo, podemos partir del suelo ocupado y de las expectativas de ocupación en curso. Porque, en las ciudades "latinoeuropeas", la descentralización de actividades no suele conllevar todavía un abandono masivo de los centros (aunque también disminuyen notablemente sus densidades). En cambio, lo que ocurre es que la descentralización de determinadas actividades se traduce en un incremento espectacular del consumo de suelo, una de las manifestaciones más claras del fenómeno del "sprawl".
Pero si no se puede extrapolar y asimilar, sin más, lo que ocurre en las ciudades norteamericanas con los procesos recientes que experimentan las europeas, y menos en los de las del sur de Europa, cabe reflexionar sobre la interpretación de algunos estudiosos que se han dedicado a evaluar la entidad de los procesos en curso en determinadas regiones europeas. Por ejemplo, la de un geógrafo como G.Dematteis cuando esboza, a partir de numerosos estudios empíricos sobre los procesos de suburbanización en el norte de Italia, visiones como la siguiente: "las nuevas periferias parecen destinadas así a convertirse en la verdadera metrópolis, lo cual se refleja también en una mutación de las imágenes de las periferias mismas, de una negativa propia de la ciudad fordista a otra positiva de la ciudad difusa postfordista". La tesis explícita que acompaña a esa interpretación, que considera en detalle los procesos en curso en un contexto urbano mediterráneo, es la de una progresiva "convergencia" entre los modelos anglosajones y los "latinos".
La idea de los "desfases", entre las ciudades norteamericanas y las europeas no es del agrado de muchos, sobre todo, cuando se expone como vía única y modelo al que, inevitablemente, estarían abocadas nuestras ciudades. Sin embargo, no resulta dificil reconocer los distintos estadios que las ciudades pertenecientes a esos ámbitos geográficos y culturales han ido recorriendo. Como, por el mismo motivo, resultan manifiestos los desfases que separan a las ciudades de uno u otro lado del Atlántico, pero también entre las ciudades del "sur"y las del "norte" de Europa. Mientras en las ciudades septentrionales avanza la suburbanización desde hace dècadas, en las meridionales dicho proceso protagoniza el crecimiento urbano sólo a partir de los años 70. Unas diferencias de ritmo y de naturaleza del crecimiento periférico que no se debe, únicamente, a las posibilidades y al distinto grado real de movilidad, pero en las cuales esta variable resulta un indicador fundamental.
Es cierto que durante el crecimiento explosivo de los años 50-70´s, las modalidades en las formas urbanas asociadas al mismo son muy diversas, observándose fuertes contrastes todavía entre las distintas ciudades europeas. Así, mientras en la mayor parte de las ciudades inglesas, nórdicas o alemanas avanzaban los procesos de descentralización, en Italia o en España se asistía a una fuerte densificación de las periferias. La percepción general hasta los años 70 es la de unas ciudades excesivamente densificadas. El paisaje suburbano de esos años es el de la densificación, tanto con los polígonos como con tramas preexistentes que entonces conocen una transformación sustancial debido a la intensificación de la ocupación urbana. No obstante, a partir de los años 70, se verifica una convergencia progresiva entre los procesos de suburbanización y diversificación de las periferias en las ciudades con mayor nivel de motorización y los de las ciudades latinoeuropeas en las cuales se combinan las nuevas condiciones comunes a distintos contextos urbanos y culturales: transición demográfica, nuevos hábitos de vida, aumento de la movilidad, deslocalización de las empresas, etc. Las imágenes tradicionales de los núcleos urbanos mediterráneos como "ciudades compactas" cambian rápidamente. Y así, resultan cada vez más frecuentes las imágenes asociadas a la suburbanizaciòn de baja densidad también en las ciudades "latinas". El caso de las ciudades francesas resulta de gran interés, debido al alcance de las transformaciones experimentadas en los últimos años y por haber sido objeto de estudios exhaustivos. La estructura urbana y el paisaje periurbano de las ciudades francesas ha sufrido una transformación de tal entidad que ya no tiene sentido alguno referirse a ellas como paradigma de la compacta ciudad europea.
La independencia respecto a las dinámicas demográficas es uno de los rasgos más característicos de los procesos de suburbanización recientes en las ciudades meridionales. En efecto, en la mayor parte de las ciudades del sur de Europa, se asiste a un proceso de desdensificación y dispersión del crecimiento urbano y, sobre todo, metropolitano, en un periodo de estancamiento demográfico (1975-1990´s). De un modo u otro, en definitiva, se reformulan los modelos tradicionales centro-periferia y las ciudades españolas no escapan en absoluto a ese fenómeno. Todavía no disponemos de estudios globales que permitan evaluar correctamente la entidad de dichos procesos en las ciudades españolas, aunque si existen numerosas monografías que muestran la importancia de los mismos en determinados casos.
Si analizamos el caso de Barcelona, considerando lo que algunos denominan la "ciudad real", es decir, su región metropolitana, podremos comprobar como estamos ya ante una realidad que tiene poco de "ciudad compacta", un término aplicable solo a su municipio central. En términos demográficos, desde finales de 1970´s, se asiste a un notable proceso de descentralización. Como en otras grandes ciudades europeas, la región metropolitana de Barcelona experimenta un intenso proceso de suburbanización como consecuencia de la confluencia de distintos factores: crisis de la oferta de viviendas en el área central, incremento generalizado de las rentas familiares, despegue de la motorización individual, demanda de más espacio para vivienda e industria, etc., todo ello facilitado por las mejoras en la accesibilidad. Desde finales de los años 70 se asiste pues a un fenómeno de "descompresión" del núcleo central de la aglomeración, debido a una descentralización de la población hacia las nuevas coronas periféricas. Entre 1950 y 1960 el municipio de Barcelona había pasado de 1.276.675 a 1.526.550 habitantes llegando en 1970 a 1.741.979 hab.; en 1981 se contablilizan todavía 1.752.617 hab. y comienza el declive experimentándose un descenso notable ya en 1991 con 1.651.024 hab. que se acelera fuertemente en los últimos años (1.508.000 hab. según datos provisionales del Padrón de 1996).
Pero el fenómeno de descentralización demográfica va asociado también a toda una serie de procesos de ocupación del suelo periférico que se corresponden con distintas lógicas sectoriales: progresivo predominio de las bajas densidades en las áreas residenciales, tanto de vivienda unifamiliar como colectiva; carácter cada vez más extensivo y demanda de más espacio para las nuevas áreas industriales, los parques de oficinas, los equipamientos deportivos y de todo tipo, las universidades, centros comerciales, instalaciones técnicas, etc.; proliferación, por último, de espacios intersticiales y vacíos urbanos de naturaleza diversa. Aunque los fenómenos de descentralización de distintas actividades urbanas tienen precedentes de importancia también en Barcelona, el avance que ahora se produce en la ocupación del suelo es realmente espectacular, si se admiten los únicos datos disponibles: más de 20.000 has de suelo se ocupan entre 1972-1992 (de 21.482 ha. a 45.036 ha.) y la tendencia prosigue a un ritmo algo más ralentizado de unas 1000 has anuales. El componente residencial es clave: las viviendas unifamiliares representan un 39.5% de las viviendas totales edificadas en la región metropolitana de Barcelona en 1993.
Ciertamente el proceso de suburbanización más espectacular ya había comenzado con el crecimiento explosivo y desbordado de los años 60 y 70 cuando, si bien las periferias "tradicionales" se densificaban, las promociones de segunda residencia fueron ocupando el territorio metropolitano con densidades bajísimas (sobre todo debido a la ocupación parcial de las extensas superficies de suelo puestas en juego). Pero además del componente residencial distintos estudios recientes ponen de manifiesto que ese fenómeno representa solamente un aspecto de los procesos de suburbanización en curso . No hace falta describir el paisaje suburbano que se divisa entrando a Barcelona desde 20-30 km. en cualquier dirección (desde las autopistas, el ferrocarril o, sobre todo, desde el avión): además de las viviendas, encontramos industrias y espacios productivos de todo tipo, parques de oficinas, universidades y hospitales, hipermercados y complejos "lúdico-comerciales" de todo tipo, espacios semiabiertos para equipamientos deportivos, etc.; y ello sin contar los espacios no edificados pero fuertemente transformados y, a menudo, francamente residuales como canteras, vertederos, etc. Por otro lado, se pueden reconocer la distinta naturaleza de los procesos según el momento y la forma en la que se inician. El área del Vallés, por ejemplo, sería una muestra clara del paso de los procesos de "primera suburbanización" ligada a los ferrocarriles a los de la "segunda suburbanización" con el automóvil, las autopistas y los túneles, caracterizados por una dispersión mucho mayor. Son precisamente esos procesos los que responden a la noción más aceptada de "sprawl": un proceso definido no sólo por la descentralización demográfica, sino -sobre todo- por la dispersión física de los más variados usos urbanos.
En cierto modo, los procedimientos de crecimiento suburbano que se dan en estas áreas no son tan diferentes de los que se producían en los núcleos suburbanos del Pla de Barcelona desde finales del s.XIX. Si se considera el fenómeno de la vivienda unifamiliar, el paso de segunda residencia a primera residencia, continúa siendo un mecanismo importante, tal como ocurría con las áreas de Sarrià o Sant Gervasi (el nombre de alguna promoción reciente en el Vallès-"Nuevo Pedralbes"- es significativo de la prolongación de ese fenómeno a escala metropolitana). Y respecto a la descentralización de la industria, también existirían fuertes analogías con los procesos tradicionales, sólo que ahora a otra escala territorial muy superior. En cualquier caso, además del cambio de escala, que supone ya una modalidad de extensión suburbana diferente, no hay que perder de vista las nuevas modalidades de ocupación del suelo, sobre todo, si se quiere valorar su incidencia no solo socioeconómica sino también ecológica y paisajistica, .
Aunque la dinámica suburbanizadora de Barcelona tiene características propias, la comparación de las transformaciones experimentadas durante los últimos 20 años con las que, en el mismo periodo, han conocido otras ciudades resultaría de gran interés. Ese sería el caso de Madrid , una ciudad cuya trayectoria -a pesar de la singularidad del hecho de la capitalidad- presenta paralelismos muy considerables con la de Barcelona. Por ejemplo, si se compara el ámbito de la actual mancomunidad de municipios del área metropolitana de Barcelona con el ámbito equivalente en Madrid, que es el del municipio mismo, las pérdidas demográficas son similares, tanto en términos absolutos como relativos . Y respecto al ritmo de ocupación del suelo en el ámbito de las dos regiones metropolitanas, resulta también semejante (alrededor de 1000 has anuales).
Las consecuencias de los procesos de suburbanización son de naturaleza muy diversa: social, económica, ambiental y paisajística. En lo que no hay consenso es en la valoración de las eventuales ventajas y costes de los mismos. Desde hace tiempo, la cultura urbanística ha insistido en las ventajas de la descentralización y de la descongestión, sobre todo en las densificadas y concentradas ciudades mediterráneas: distribución más "equilibrada" de la población y de las actividades, posibilidad de modelos multipolares frente a los concéntricos mononucleares. Pero también, destacan las críticas recurrentes que señalan los inconvenientes: aumento innecesario de los desplazamientos, despilfarro de suelo agrícola y forestal, homogeneidad social y funcional creciente en las nuevas áreas. Por ello, dada la entidad e incluso el protagonismo que el debate sobre las ventajas e inconvenientes de las distintas formas urbanas (más o menos concentradas o dispersas), ha tenido en la cultura urbanística internacional durante casi todo el siglo XX, parece lógico proceder a una revisión en profundidad de las tradiciones y estrategias urbanísticas que se han ocupado del tema. Revisión que no podemos hacer aquí, aunque sí conviene poner mínimamente en relación las "nuevas" estrategias con las que se han ido formulando y aplicando desde la tradición urbanística.
3. Viejas y nuevas estrategias: descentralización y contención
A menudo, tanto en el ámbito urbanístico como en la discusión medioambientalista, se tiende a partir de cero, exagerando lo novedoso de los procesos de suburbanización en curso. Como se ha señalado antes, si bien el cambio de escala y de naturaleza de los procesos de descentralización está produciendo realidades urbanas diferentes en nuestras ciudades meridionales, el fenómeno se inscribe en movimientos de larga tradición en otras ciudades, particularmente las norteamericanas, pero también -aunque más recientemente- en las grandes metrópolis inglesas y, más tarde, otras ciudades europeas. Por tanto, no debería resultar sorprendente el hecho de que, en aquellas ciudades en las que los procesos y las aspiraciones relacionadas con la suburbanización son más antiguos, se haya desarrollado mucho más el debate sobre el tema, con la consiguiente formulación de modelos, estrategias y técnicas de todo tipo destinadas a dirigir y controlar dichos procesos. Aunque tampoco hay que pensar que todo está ya inventado, lo cierto es que no sólo las teorías, sino las experiencias acumuladas son más que notables.
No vamos a enunciar aquí las diferentes tradiciones y estrategias urbanísticas que ya se habían impuesto en el ámbito anglosajón a mediados de siglo. Pero la revisión de los presupuestos teóricos del planeamiento urbanístico contemporáneo resulta, a mi parecer, especialmente oportuna en unos momentos en los que, desde distintos frentes pero sobre todo desde los movimientos más sensibles hacia los problemas medioambientales, se viene planteando la recuperación de determinadas tradiciones. Una revisión que, a menudo, se efectua a partir de interpretaciones excesivamente esquemáticas o distorsionadas sobre el papel que las mismas han desempeñado en el planeamiento efectivo de nuestras ciudades.
A pesar de que la complejidad y la riqueza de las distintas tradiciones urbanísticas no puede ser esquematizada fácilmente, sí podemos aceptar determinadas interpretaciones globales que sitúan dos polos esenciales del pensamiento y de las estrategias del planeamiento desde principios de siglo. En un extremo estarían así las propuestas descentralizadoras, de larga tradición en la cultura urbanística. En otro, las preferencias por la contención del desarrollo urbano, expresadas en multitud de formulaciones teóricas y en las sucesivas generaciones de planes urbanísticos. Sin embargo, no resulta tan sencillo identificar esos dos polos con los de la conocida interpretación dualista de F. Choay, como tiende a hacerse en algunas visiones excesivamente esquemáticas. No todos los descentralizadores pertenecen a la línea "culturalista", ni las propuestas favorecedoras de la contención estarían asociadas a las visiones "progresistas" o funcionalistas. Porque un análisis mínimamente cuidadoso muestra que tanto las estrategias de descentralización como las de contención del crecimiento forman parte sustancial de ambas tradiciones, si bien en proporciones diferentes.
Debido a la ambigüedad y variedad en los contenidos de los dos principales movimientos urbanísticos del siglo, tanto desde la tradición de la "ciudad jardín" como desde la de la "ciudad funcional", se puede reivindicar la formulación de propuestas que pretenden un desarrollo urbano armónico e integrado con la naturaleza. Y también se puede pensar gran parte de nuestro paisaje urbano reciente como un sucedáneo de sendos modelos. Frente a ciertas interpretaciones que parten de una oposición radical entre ambas tradiciones, lo cierto es que existen múltiples puntos de compromiso, al menos cuando nos referimos al tratamiento que se preconiza para el crecimiento suburbano. En particular, en ambas tradiciones se preconiza un cierto grado de descentralización y, también, una estrategia más o menos decidida de contención del crecimiento suburbano.
En el caso de la "ciudad jardín", se plantea efectivamente como una alternativa a la ciudad densa pero, también, al fenómeno de la dispersión suburbana. Es cierto que la esencia de las propuestas de Howard y de sus seguidores era la de la descentralización, pero también se confía en los cinturones verdes como mecanismo de rigurosa contención del desarrollo suburbano. Precisamente, algunas de las críticas más contundentes al fenómeno de la extensión suburbana indefinida provienen del interior del movimiento. Resulta significativo que fuera uno de los pioneros, R. Unwin, quien criticara duramente determinados intentos de "fusión de la ciudad con el campo", que asocia a la "franja irregular de suburbio a medio urbanizar y terrenos deteriorados que forman ese horrible y deprimente cinturón alrededor de las modernas ciudades en crecimiento" . Habría que matizar mucho, por tanto, a la hora de valorar la responsabilidad de las iniciativas de distinta naturaleza que se reclaman herederas del movimiento de la ciudad jardín, y que han sido objeto de análisis exhaustivo en los últimos años.
También desde la tradición de la "ciudad funcional" se parte de la idea de la "ciudad verde", la ciudad en el parque, que Le Corbusier y otros defendían. Para dejar clara esta voluntad de integración con la naturaleza, decía -contundentemente- Le Corbusier en 1930: "Yo he sido el primero en proclamar que la ciudad moderna ha de ser un parque inmenso, una ciudad verde" . De ahí
el discurso y la expresión de la "ciudad jardín vertical", como fórmula que quiere oponerse al de la ciudad jardín tradicional, pero compartiendo la idea de integración de la ciudad en la naturaleza. Por tanto, también el urbanismo funcionalista -contrariamente a lo que se afirma en determinadas interpretaciones del mismo- tiene como punto de partida una análoga preocupación por la conservación de la naturaleza, y en particular por el entorno suburbano. Una preocupación estética y paisajística, además de higiénica, que trata de garantizar la penetración de la naturaleza en la ciudad (o de la ciudad en el parque). En lugar de tratar de limitar o contener el crecimiento suburbano, se trata de convertir la ciudad en parque. Una estrategia complementaria que pretende acabar con el despilfarro de suelo ocasionado por la suburbanización.
Si tanto en las formulaciones de la ciudad jardín como en las de la ciudad funcional se parte de las críticas generalizadas a la homogeneidad, a la pobreza urbanística y arquitectónica y al despilfarro de suelo, el compromiso entre las estrategias de descentralización y de contención resulta esencial en la tradición del regionalismo . Efectivamente, si bien muchas de las propuestas y aplicaciones del Regional Planning provienen del movimiento de la ciudad jardín, en su fase de madurez alcanzada en los años 30 y 40, los planes regionales incorporan distintas tradiciones y mecanismos de estructuración de las realidades metropolitanas. Básicamente, los planteamientos regionalistas lo que hacen es ampliar el mecanismo del zoning aplicándolo a toda la región urbana o metropolitana. A partir de ahí, se encuentran numerosas variantes, y se incorporan distintas tradiciones, como sucede con la introducción de extensos sistemas de parques (recogiendo la tradición norteamericana de los "park systems") y cinturones verdes metropolitanos (como el famoso "Greenbelt" de Londres, una estrategia que pretende contener el crecimiento, sobre todo la ocupación de suelo -"overspill"- de suelo suburbano). Pero también se incorporaban determinados principios consustanciales a la tradición funcionalista -como la introducción de tipologías de vivienda colectiva con la adopción de la edificación plurifamiliar abierta, los bloques de viviendas que sustituyen a la edificación cerrada tradicional o a la vivienda unifamiliar. En realidad, cuando nos referimos a las modalidades de extensión urbana residencial, las opciones que se barajan siguen oscilando en torno a los dos "modelos ideales" repetidamente formulados: casitas con jardín individual o yuxtaposición de bloques en extensos parques. Así, resulta significativo que P. Abercrombie, el autor del célebre plan del Gran Londres (1944), pensara que "la brecha abierta, entre ambas concepciones (de E.Howard y de Le Corbusier) no sea tan ancha como podríamos suponer" .
En los planes elaborados a partir de la guerra mundial se combinaban los criterios de descentralización y de contención a través de diferentes mecanismos. Por un lado, con la promoción de nuevos asentamientos más o menos satélites (New Towns, Villes nouvelles...). Por otro, con la zonificación más o menos estricta de espacios libres y áreas de protección. En cualquier caso, el intrumento más relevante de cara a la estructuración del explosivo crecimiento de las grandes áreas urbanas durante los años 60 y 70 es la dotación de extensas (y, a menudo, sobredimensionadas) infraestructuras de transporte. Son las famosas "redes arteriales" que determinan la incorporación de una creciente superficie de suelo potencialmente urbanizable, abandonando los esquemas radioconcéntricos por modelos de estructuración lineales mucho más ambiciosos. Esos son los principios esenciales tanto de los esquemas directores de París (1965), como el de Londres (1967) o los de otras grandes ciudades europeas (Barcelona y Madrid entre ellas, con sus esquemas directores de 1968 y 1971 respectivamente).
Efectivamente, a pesar de la progresiva sofisticación del planeamiento posterior lo cierto es que los principios esenciales de la mayor parte de los planes que se elaboran desde entonces -en relación al los procesos de suburbanización- no varían excesivamente. Y es que esa combinación de las estrategias descentralizadoras con las de contención relativa continua siendo uno de los principios esenciales del planeamiento actual, si bien los instrumentos urbanísticos presentan ciertas novedades. Otro asunto es que los planes globalizadores vayan dando paso a las intervenciones sectoriales y planes especiales con visión integradora. Por ejemplo, las que tratan de integrar determinados sistemas de espacios libres en las aglomeraciones urbanas como forma de estructuración indirecta .
4. Epílogo: del "Libro verde" a los proyectos estratégicos y las "buenas prácticas"
¿Cual es la relación entre esas estrategias tradicionales y las propuestas recientes expresadas en documentos como el famoso "Green Paper" de la Unión Europea (el Libro verde sobre el Medio Ambiente Urbano) y la idea de la ciudad compacta como síntesis de las nuevas visiones alternativas? En primer lugar, resulta destacable la contudente interpretación que en dicho documento se efectúa sobre la naturaleza del planeamiento urbanístico contemporáneo. Así, entre los factores que inciden en los problemas de nuestras ciudades ("raíces de la degradación urbana") estaría el "funcionalismo":
"la actual planificación urbana aún sigue reflejando, en muchas instancias, los principios del funcionalismo expuestos en la "carta de Atenas", una teoría de la planificación surgida en los años cuarenta, que también se encuentra en el anterior movimiento inglés de ciudades jardín. Ambas teorías expusieron los méritos de un sistema de planificación urbana basado en una rígida compartimentación y en la localización de las actividades según la función. Ello significa que la vivienda, la industria, las zonas comerciales, los espacios verdes, etc., se separan físicamente, enlazándolas mediante una extensa red de calles y transportes".
Se critican pues los rígidos principios de la zonificación funcionalista, pero también los asociados a la tradición de la ciudad jardín. Porque, a continuación, se señala que
"si bien el auge de estas ciudades dormitorio puede explicarse en parte como respuesta de las autoridades públicas a una necesidad acuciante, obedece también a una doctrina surgida antes de la primera guerra mundial que veía un ideal en la "ciudad jardín". Desafortunadamente, este intento de proporcionar a los habitantes de la ciudad aire, calma y espacio ha dado lugar, en demasiadas ocasiones, a una dispersión planificada y a una descentralización aún mayor."
Desde esa perspectiva se atribuye al planeamiento una responsabilidad que podría ser matizada. No resulta exagerado, en efecto, hablar de una "dispersión planificada", en aquellos paises en los que las políticas de descentralización fueron llevadas a cabo conscientemente y más o menos de acuerdo con los planes y esquemas directores metropolitanos. Aunque tampoco hay que menospreciar los logros relativos de las estrategias de contención del fenómeno suburbano en paises como el Reino Unido . En cambio, en otras latitudes, es decir en las ciudades del sur de Europa, la debilidad o inexistencia de las estrategias metropolitanas hace más dificil esa interpretación que otorga un papel tan relevante al planeamiento urbano. Porque, aquí el factor protagonista, muy por delante de los asociados al planeamiento, ha sido el de la mejora constante de las infraestructuras viarias junto a la lógica de un mercado del suelo débilmente regulado. A pesar de la diversa naturaleza del fenómeno metropolitano en ciudades como, por ejemplo, Madrid, Oporto o Barcelona, la progresión hacia formas cada vez más dispersas en las respectivas áreas no puede decirse que haya sido un fenómeno "impulsado" fundamentalmente por los planes, si bien los mismos han podido tener un efecto indirecto importante .
Resulta de gran interés, por último, tener en cuenta lo que ocurre en aquellas ciudades y áreas en los que la planificación regional ha tenido una mayor tradición y en las que se está produciendo ahora un importante cambio de orientación. El caso de Holanda es, probablemente, el más significativo debido a la constancia con la que se han ido aplicando las sucesivas políticas y planes de todo tipo. Así, después de varias décadas en las que se había preconizado una descentralización controlada, a partir del Third Report on Urban Renewal (1978), la política municipal decidió un cambio sustancial en las estrategias urbanísticas, estableciendo el ideal de la "ciudad compacta" como objetivo clave . La utilización más intensiva de terrenos existentes y la creación de nuevas extensiones residenciales con densidades superiores a las tradicionales (como Nieuw-Sloten, con 60 viv./ha) son los nuevos principios aplicados en los últimos años, en sintonía con lo que bastante más tarde sería la doctrina oficial de la U.E. En cualquier caso, el objetivo de la "ciudad compacta" no excluye la constante ampliación de relaciones metropolitanas en el área de la "Randstad" (la conurbación plurinuclear formada por las mayores ciudades holandesas). Lo que significa que, siendo realistas, incluso en los paises en los que se aplican políticas alternativas más decididas, la suburbanización y la ciudad dispersa continúan su avance.
Si se tienen en cuenta las posibilidades de actuación en nuestras ciudades meridionales, deberíamos valorar adecuadamente las ventajas y los inconvenientes de la situación actual. Por un lado, es cierto que todavía en los centros urbanos consolidados se reconocen algunos de los componentes esenciales del modelo tradicional de la "ciudad mediterránea": compacidad, densidades relativamente altas, mezcla de usos, diversidad. Y no cabe duda de que su mantenimiento resultaría cláramente beneficioso para no repetir los errores de los que consideraban esa fórmula de la ciudad densa como algo obsoleto: no vaya a ocurrir lo mismo que con "la dieta mediterránea" tal como señalan Naredo y Rueda . Pero hay que advertir también de las dificultades de invertir los procesos en curso. Sobre todo en ciudades de cierto tamaño, en las que solamente el núcleo o núcleos centrales conservan dichos atributos.
Habría que insistir mucho más en los proyectos estratégicos que en los modelos abstractos. Más que en la aspiración genérica a la ciudad compacta, se trata de concretar los objetivos y los proyectos de intensificación urbana. No tanto pensar en la adopción de modelos del pasado, como establecer propuestas claras de "compactación urbana". La discusión se centra así en las posibilidades de utilización de terrenos existentes en lugar de poner en juego sistemáticamente nuevas extensiones urbanas o suburbanas . Es ahí donde se pueden si no ya invertir los procesos en curso, si al menos moderarlos y controlarlos. En este sentido, los proyectos estratégicos más eficaces y realistas deberían ir asociados a una determinación clara sobre la proporción de espacio urbano "consolidado" susceptible de reutilización para albergar los nuevos crecimientos, residenciales sobre todo.
"Aligerar la presión" sobre los ámbitos periurbanos y rurales puede parecer un objetivo demasiado modesto aunque -si se aplica con decisión- quizás sea ésa la estrategia más realista y acertada para afrontar el problema de la dispersión suburbana, de cara a mejorar la habitabilidad de nuestras renovadas ciudades mediterráneas en los próximos años.